jueves, 24 de febrero de 2011

sobre el DOSSIER ARTÍSTICO dirigido a los concursos

-Yendo más allá de la superficie, la elaboración del dossier no consiste sólo en conocimientos de redacción y diseño, sino que, en mi opinión, conlleva un ejercicio más profundo de autogestión, autorregulación y autovaloración del propio artista consigo mismo, y es aquí donde aparece un problema, pues muchos artistas a veces son incapaces de defender o explicar su obra, no porque no estén cualificados para ello, sino porque siguen con la "tradición" de ceder a los críticos la labor de definirlas. Esto crea una inseguridad.
El  sistema de la práctica artística se constituye en la repartición de esa responsabilidad de defensa entre distintas figuras profesionales como críticos, comisarios, gestores, etc...y los criterios educativos también están así concebidos.

-¿Puede decirse que aparte de la obra, es el dossier también un posicionamiento estético del individuo?

-Si aparte del interés artístico, viabilidad de realización y originalidad del proyecto u obra a la hora de juzgar, existe, tal vez, un factor emocional o instintivo significa que, para el individuo que la juzga, la primera  impresión es crucial. Este pensamiento nos lleva a la cuestión del gusto y a que un tanto por ciento del sentido de juzgar no pertenece a lo racional.

lunes, 15 de noviembre de 2010

HIPÓTESIS. "Forma de embudo o Descubrimiento controlado".

En mi opinión pueden existir dos partes bien diferenciadas de un certamen: una, es que se lo puede calificar de método, de exactitud mecánica, engranaje preciso,  sistema estructurado y organizado, cuya forma se asemeja a un embudo de boca abierta muy ancha y extremo estrecho ( abajo hay gráficos que describen esta imagen), otra que dentro del embudo existe cosa menos definible que filtra los elementos introducidos a través  del juicio y el gusto de personalidades y expertos en el tema del arte procedentes de “los más diferentes ámbitos del mundo artístico”. Este último, el de juicios, criterios y gustos, es un filtro del embudo de estructura inexacta, aleatoria, organización azarosa y mecánica imprecisa (por el carácter indefendible de la creación artística).

El quid de la cuestión no está en el jurado, es decir, en quién lo compone, ni en quién lo forma, tampoco está en la calidad de los concursantes, el quid de la cuestión está en la totalidad, en el funcionamiento, en el mecanismo del sistema.

Es el método utilizado.

Porque delibere quien delibere en el jurado o se presente quien se presente como participante, el propio corsé que los contiene, que los agita año tras año, es decir la gran rigidez que no es plástica y que no es artística del diseño del contenedor, hace que siempre el resultado vaya a ser el mismo, con diferentes nombres y diferentes obras, pero que vaya a ser una repetición calculada, preconcebida, incubada, del sentido del descubrimiento periódico que se lanza a la sociedad. Es por ello que quizás lo que realmente ha cambiado es el concepto de revelación, incertidumbre o descubrimiento en otro muy distinto, el de “edición, tirada o reproducción de descubrimientos”.

La superficie del embudo no tiene poros, es impermeable, no deja lugar al misterio, a la influencia aleatoria de otras corrientes y movimientos externos durante la “incubación de un resultado”, es una herramienta inflexible , programada, que “dirige hacia”.

Deberíamos poner el ojo sobre cómo puede afectar el contenedor al contenido, sobre cómo afecta al resultado de su función. Siendo más concreta, cómo puede influir el embudo en la práctica artística. Saltémonos el juicio estético y las decisiones de los profesionales del jurado, evaluadores (profesores de universidad, directores de museos, comisarios, críticos…) que tramitan dentro del embudo, para centrarnos en la “pirámide invertida”.

Según esto podríamos definir el certamen como una ilusión, ¿acaso el embudo no sigue siendo una pirámide cuya estrategia ha sido cambiar el poliedro de posición?

 Otra forma de ejercer poder. ¿no es acaso el poder travestido de antihegemónico y antisistémico?

 El embudo es la garantía de que un resultado tiene que salir forzosamente cada año como “el descubrimiento”, no hay otras hipótesis.

El embudo es una forma preconcebida que de por sí “juzga” pues, prescindiendo de los evaluadores o filtros internos, también realiza la acción de filtrar por su evidente forma física, porque no salen todos los que entran, la boca ancha se estrecha.

No es lo mismo que si imaginamos un contenedor horizontal de base cuadrada, los elementos entran y el contenedor no filtra, sólo contiene, entonces su influencia sobre el resultado desaparece y provoca que “la filtración” sea tarea del contenido, es decir, de los artistas y su obra, junto con los demás mediadores.

A expensas de la ilusión de apoyo temporal económico y, tal vez atemporal curricular, un certamen es en sí una especie de atajo, una aceleración del proceso de la selección natural. En vez de que los acontecimientos se produzcan por sí solos se construye el método o el sistema que genere esos acontecimientos.

El concurso es un método de paso para la cultura contemporánea donde tiene más peso e influencia en el resultado la estructura misma que el contenido y sus actores.

Según este análisis ¿no podría ser que el método es el filtro?, ¿que el verdadero filtro del arte es el propio programa de gestión, la propia esencia y anatomía del certamen y no el criterio del jurado como parece ser desde fuera?

Podría ser que, en el fondo, la existencia del jurado es un placebo, un elemento más del embudo para hacernos creer, dentro del imaginario de la democratización del arte, que por fin existe un método justo para todos.
                                                                                                                                     
Por Alejandra Valero Martinessi.